DÍA PRIMERO
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Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres,
que les distéis en vuestro hijo la prenda de vuestro amor, para que hecho
hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra
salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas
gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él os ofrezco la
pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado, suplicándoos
por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las
tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros
corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de
todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y
more eternamente. Amén.
La vida del Verbo eterno en el seno de su Padre era una vida maravillosa
y sin embargo, ¡misterio sublime!, busca otra morada, una mansión creada.
No era porque en su mansión eterna faltase algo a su infinita felicidad,
sino porque su misericordia infinita anhelaba la redención y la salvación
del género humano, que sin Él no podría verificarse. El pecado de Adán
había ofendido a Dios y esa ofensa infinita no podía ser condonada sino
por los méritos del mismo Dios. La raza de Adán había desobedecido y
merecido un castigo eterno; era pues necesario para salvarla y satisfacer
su culpa, que Dios, sin dejar el cielo, tomase la forma del hombre sobre
la Tierra y con la obediencia a los designios de su Padre expiase aquella
desobediencia, ingratitud y rebeldía. Era necesario, en las miras de su
amor, que tomase la forma, las debilidades e ignorancias sistemáticas del
hombre; que creciese para darle crecimiento espiritual; que sufriese, para
enseñarle a morir a sus pasiones y a su orgullo. Y por eso el Verbo
eterno, ardiendo en deseos de salvar al hombre, resolvió hacerse hombre
también y así redimir al culpable.
Oración a la Santísima Virgen
Soberana María que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado hijo. ¡Oh dulcísima madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Oración a San José
(Se reza un Padrenuestro).
Gozos Navideños
¡Oh, Adonaí potente que Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos! ¡Ah, ven prontamente para rescatarnos, y que un niño débil muestre fuerte el brazo! Canto…
¡Oh, raíz sagrada de José que en lo alto presenta al orbe tu fragante nardo! Dulcísimo Niño que has sido llamado Lirio de los valles, Bella flor del campo. canto...
Acordaos, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado". Llenos de confianza en vos, ¡oh Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto.
Nos entregamos a vos, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará
frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa,
acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.
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